Salimos a cenar, y ella insistió en pagar todo. Entre risas, me dijo: Boca come, culo paga . Lo tomé como una broma, pero no imaginé que terminaría siendo literal. Esa noche, la mesa no fue el único lugar donde compartimos; ella tomó el control y me llevó al límite, dándome una lección que jamás olvidaré. Al final, pagué, pero de la manera más placentera posible.